La economía mexicana enfrenta el cierre de 2025 con una mezcla de optimismo cauteloso y desafíos persistentes. Aunque se espera que el crecimiento permanezca en terreno positivo, los avances serán modestos y estarán marcados por un entorno global incierto, presiones arancelarias y una inversión doméstica débil.
Crecimiento moderado y estabilidad frágil
El consenso entre instituciones financieras estima que México cerrará el año con un crecimiento del PIB entre 0.5% y 0.7%, según el Banco de México y BBVA Research. Esto representa un ligero repunte frente a las previsiones previas que anticipaban estancamiento o incluso contracción en el primer semestre. Detrás de este ajuste al alza se encuentra la resiliencia del consumo doméstico y la continuidad de las exportaciones, a pesar del endurecimiento comercial con Estados Unidos.
El Banco de México ha subrayado que la economía logró “alejarse del cero” gracias a un repunte en la actividad agrícola y manufacturera a mediados de año, aunque el consumo sigue débil y la creación de empleo se ha desacelerado. La expansión total de 2025 sería suficiente para evitar la recesión, pero insuficiente para mejorar los niveles de bienestar o detonadores de productividad relevantes.
Inflación controlada dentro del rango del Banco de México
Uno de los principales logros macroeconómicos del año ha sido mantener la inflación dentro del rango objetivo de 3% ±1%, con cierre estimado en 3.7-3.9% anual. La moderación se debe al fortalecimiento del peso frente al dólar y a la normalización de precios energéticos y agrícolas. Sin embargo, la inflación subyacente —que excluye energía y alimentos volátiles— continúa por encima de 4%, presionada por el sector servicios.
La estabilidad de precios ha permitido al Banco de México continuar con su ciclo de flexibilización monetaria, reduciendo la tasa de referencia a 7.5% tras cinco recortes consecutivos. Se prevé que el organismo concluya el año con espacio para un último recorte en diciembre si la inflación continúa cediendo.
Política fiscal prudente y gasto público limitado
El gobierno mexicano mantiene una postura fiscal contenida, optando por disciplina presupuestal a expensas de dinamismo económico. Los recortes en inversión pública, especialmente en infraestructura y energía, redujeron el gasto de capital y contribuyeron a la baja inversión total, que hoy representa menos del 23% del PIB.
Esta política busca moderar el crecimiento del déficit fiscal y estabilizar la deuda pública, que cerrará en torno a 53% del PIB, según estimaciones de BBVA Research. Si bien esta prudencia mantiene la confianza en los mercados financieros, limita la capacidad del Estado para detonar actividad interna justo cuando el sector privado muestra cautela ante la incertidumbre regulatoria y judicial.
Sector externo: resiliencia con nubarrones
El sector exportador sigue siendo el motor más sólido, impulsado por el nearshoring y la recuperación industrial en Estados Unidos. Las exportaciones manufactureras crecieron cerca de 4% anual en los primeros ocho meses de 2025, aunque se anticipa una desaceleración hacia fin de año debido a los nuevos aranceles impulsados por la administración estadounidense a partir de octubre.
Los sectores automotriz y metalúrgico son los más expuestos, mientras que industrias electrónicas y de maquinaria siguen mostrando expansión gracias a la relocalización de empresas. México continúa beneficiándose del fenómeno del nearshoring, con anuncios de inversión por más de 35 mil millones de dólares, aunque persisten limitaciones estructurales en energía y logística.
Nearshoring: una oportunidad aún latente
El impacto económico del nearshoring todavía es incipiente. Si bien más de 300 empresas han anunciado su llegada o expansión en México en 2025, la ejecución real enfrenta obstáculos en infraestructura, permisos y disponibilidad energética. Se espera que parte de las inversiones anunciadas comiencen a materializarse en 2026, aportando dinamismo al sector manufacturero y al mercado laboral.
Por ahora, su contribución al PIB es marginal, pero sostiene las expectativas de mediano plazo. Los estados del norte y del Bajío se perfilan como los principales beneficiarios, con incrementos notables en construcción industrial y demanda de talento especializado.
Consumo y empleo: los puntos débiles
El consumo privado, que representa casi el 70% del PIB, se mantiene débil por la pérdida de poder adquisitivo ante la inflación previa y la caída de remesas. Estas transferencias, que representaban uno de los pilares del ingreso familiar, acumulan cinco meses consecutivos de descensos, con una caída de 5.8% proyectada para el cierre del año.
El mercado laboral muestra niveles de ocupación históricamente altos, pero con un deterioro en la calidad del empleo. La tasa de desempleo ronda el 2.7%, aunque el empleo formal apenas crece 0.1% anual, según el Informe Trimestral del Banco de México. La informalidad sigue superando el 55% de la fuerza laboral, limitando el crecimiento del ingreso real.
Riesgos: aranceles, política interna y desaceleración global
El principal riesgo externo para la economía mexicana en el cuarto trimestre es la incertidumbre comercial con Estados Unidos. Las nuevas tarifas impuestas por Washington sobre productos como acero, camiones y autopartes amenazan con recortar exportaciones clave justo cuando finaliza la tregua arancelaria temporal.
A nivel interno, los efectos de la reforma judicial y el proceso de revisión del T-MEC en 2026 generan cautela en el sector empresarial. La consolidación fiscal y la debilidad en la inversión pública reducen la capacidad de respuesta del gobierno ante choques externos. Además, el bajo dinamismo de la economía estadounidense y la caída sostenida de remesas representan riesgos adicionales para el cierre del año.
Perspectiva final: crecimiento modesto, estabilidad relativa
El cierre de 2025 estará dominado por una combinación de estabilidad macroeconómica sin impulso microeconómico. México logrará evitar la recesión gracias al control de la inflación y al soporte de las exportaciones, pero enfrentará un crecimiento anémico y desigual entre estados y sectores.
Los analistas esperan que 2026 marque un punto de inflexión moderado, impulsado por una mayor materialización del nearshoring, el ciclo de recortes de tasas y una menor presión arancelaria. Sin embargo, a corto plazo, el país seguirá transitando por una franja de crecimiento bajo, con riesgos concentrados en comercio exterior, inversión y empleo formal.
En resumen, el último trimestre de 2025 se perfila como un periodo de resistencia económica más que de expansión. La estabilidad lograda en inflación y tipo de cambio da espacio para políticas más activas en 2026, pero el reto sigue siendo profundo: transformar la estabilidad macroeconómica en bienestar microeconómico sostenible.