Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha intentado influir en las tasas de interés para estimular la economía. Sin embargo, su verdadero desafío no está en la Reserva Federal, sino en el mercado de bonos, que ha demostrado ser un obstáculo más difícil de sortear.
En particular, la administración Trump ha puesto su atención en las tasas de los bonos del Tesoro a diez años, clave para el costo del crédito en EE. UU. Aunque han caído a su nivel más bajo desde diciembre, no es por las razones que Trump deseaba. En lugar de reflejar confianza en su gestión, el descenso se debe a preocupaciones sobre el crecimiento económico y el déficit fiscal.
La batalla por las tasas de interés
Trump y su equipo, liderado por el secretario del Tesoro Scott Bessent, han intentado argumentar que sus políticas de reducción de regulaciones y menores precios de la energía ayudarán a bajar los rendimientos de los bonos. Sin embargo, los mercados no responden solo a la retórica política, sino a factores estructurales como la inflación, el crecimiento económico y la estabilidad fiscal.
Desde su victoria electoral, los rendimientos de los bonos a diez años subieron rápidamente a 4.8 %, impulsados por el optimismo sobre el crecimiento, pero también por el temor a un aumento del déficit. Según el Committee for a Responsible Federal Budget, las propuestas fiscales de Trump podrían reducir los ingresos federales en 11 billones de dólares en la próxima década, lo que aumentaría el endeudamiento del país.
El freno del mercado a la agenda de Trump
La reacción del mercado ha forzado a Trump a moderar sus propuestas fiscales. El 19 de febrero, respaldó una versión reducida de su plan de recortes de impuestos, limitando su impacto a 4.5 billones de dólares en diez años, una cifra mucho menor a su propuesta inicial.
Además, las ideas más radicales dentro de su administración también enfrentan la presión de los mercados. Stephen Miran, su nominado para dirigir el Council of Economic Advisers, sugirió en noviembre que EE. UU. podría obligar a otros gobiernos a reemplazar sus bonos del Tesoro de corto plazo por bonos de cien años para reducir la carga de la deuda. Sin embargo, los expertos consideran que cualquier intento de reestructurar forzosamente la deuda de EE. UU. generaría una respuesta inmediata de los "vigilantes de los bonos", inversores que podrían castigar al país con ventas masivas de bonos y un aumento en los costos de financiamiento.
El problema real: señales de debilidad económica
A corto plazo, la caída en los rendimientos de los bonos no es una victoria para Trump, sino una señal de que la economía podría estar perdiendo fuerza. La incertidumbre sobre su política comercial, las dudas sobre la viabilidad de sus recortes fiscales y el temor a un estancamiento del crecimiento han provocado preocupación entre los consumidores e inversores.
Trump esperaba un escenario donde la inflación se mantuviera baja y el crecimiento fuera sólido, lo que permitiría reducir las tasas de interés sin afectar la confianza en la economía. Sin embargo, el mercado de bonos ha mostrado que no se deja manipular fácilmente y que seguirá siendo un freno a cualquier política fiscal o monetaria excesivamente arriesgada.