Si creías que las discusiones entre EE.UU. y China serían diplomáticas y tranquilas, piensa otra vez. Lo que ha habido en los últimos meses es más parecido a una relación tóxica llena de insultos, manipulación y bloqueos. Las negociaciones han ido de treguas frágiles a explosiones de tensión, hasta casi cancelar la cita entre el Presidente Donald Trump y el Presidente Xi Jinping en la cumbre de Corea del Sur a finales de octubre. Por suerte, parece que ese encuentro sigue en pie, con otra ronda de preparativos en Malasia a finales de mes. Pero la esperanza de algo sólido es escasa, y una gran razón es la pésima comunicación entre ellos.
¿Dónde están los mediadores confiables?
En el primer mandato de Trump, había un canal secreto con Jared Kushner, su yerno, que facilitaba la comunicación con China. Eso ayudó a cerrar algunos acuerdos, incluido el primer pacto comercial. Ahora no hay nada así. Las conversaciones oficiales, lideradas por el secretario del Tesoro Scott Bessent y el vicepresidente chino He Lifeng, están estancadas; ni siquiera logran ponerse de acuerdo en qué hablaron en rondas anteriores. El ambiente es tan tenso que Bessent llamó “desquiciado” al principal asesor de He en una pelea pública.
Falta experiencia y entendimiento mutuo
Aunque Bessent viene de manejar un gran fondo de inversión y He es un veterano funcionario, les falta experiencia negociando con el otro lado y un entendimiento profundo de sus sistemas políticos y económicos. Tampoco tienen la relación profesional que existía entre negociadores veteranos como Robert Lighthizer y Liu He en años anteriores. Trump está muy ocupado en Medio Oriente, y aunque se han sugerido pesos pesados como Elon Musk o Jensen Huang de Nvidia para mediar, ninguno está lo bastante cerca de ambos líderes para ser garante real de un acuerdo más amplio que incluya temas sensibles como Taiwán.
Políticas y purgas complican el panorama
En EE.UU., acercarse a China puede ser visto como traición, dificultando crear puentes. En China, la concentración de poder de Xi y purgas recientes de diplomáticos clave han hecho que sus funcionarios sean nerviosos y retraídos. El retiro del ex vicepresidente Wang Qishan cerró otro canal con Wall Street. Por si fuera poco, la reducción del Consejo de Seguridad Nacional en EE.UU. debilitó la coordinación entre agencias. Todo suma para que la comunicación fluya a cuentagotas.
Divisiones internas y amenazas públicas
Dentro de la administración Trump, hay roces entre los halcones de seguridad y líderes tecnológicos, como Jensen Huang, que intentó mediar pero terminó siendo atacado por comentar que ser “halcón contra China” era una vergüenza. Eso creó confusión en China sobre quién habla realmente por EE.UU.. Mientras tanto, Trump apuesta a su carisma y negociación cara a cara con Xi, que en cambio confía en la formalidad y agendas claras para avanzar.
¿Y ahora qué?
Algunos acuerdos menores se logran, como un trato para controlar quién maneja TikTok en EE.UU.. Pero sin canales claros, cualquier avance grande parece tentativo y frágil, con alto riesgo de desmoronarse rápido. En definitiva, esta saga tóxica sigue, y nadie tiene interlocutores experimentados que puedan cambiar el rumbo.

