Por Melody Wilding
Imagina esto: estás en una llamada con algunos colegas y tu jefe, discutiendo un proyecto en el que estás muy involucrado. Aunque tienes pensamientos para compartir, parece que no puedes decir ni una palabra. El diálogo es ping-pong entre tu jefe y compañeros de trabajo hasta que finaliza la reunión. A pesar de tus intenciones, no parecías capaz de intervenir cortésmente. Te desconectas sintiéndote derrotado y frustrado contigo mismo por no poder compartir tus ideas.