Por Kai Krauter, Anabel Büchner, y Jon M. Jachimowicz🖊️
Imagínate esto: le pides a dos de tus subordinados directos que asuman proyectos importantes para tu equipo, esperando que ambos se apasionen por la oportunidad. En respuesta, uno se emociona visiblemente, se anima a medida que tú discutes sus ideas y los notas conversando con sus compañeros de trabajo sobre ello durante el almuerzo. El otro reacciona con menos entusiasmo, permanece más tranquilo y parece reservado. ¿Quién concluirías tú que estaba más apasionado por su tarea?
Si adivinaras que fue el primer empleado, no estarías solo. Es común suponer que los comportamientos externos de las personas corresponden a sus experiencias internas y, sin embargo, nuestra investigación reciente sugiere que este no es necesariamente el caso.