Cuando Alex entró en la oficina visiblemente abrumada, el instinto del líder fue claro: necesitaba ayuda, respuestas, soluciones. Tras escucharla brevemente, se puso manos a la obra: desglosar el problema, ofrecer estrategias, delegar, priorizar. El objetivo era ser útil, aliviar la carga. Sin embargo, la reacción de Alex fue inesperada: una distancia creciente, una carga que parecía intensificarse en lugar de disminuir. La revelación llegó más tarde: Alex no necesitaba estrategias, necesitaba presencia. No buscaba ser "reparada", sino sentirse "comprendida".
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Cuando la mejor habilidad de liderazgo es simplemente estar presente
Escrito el 20/05/2025
5 minutos
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